Querido loco:
Estoy melancólico, nostálgico. Cierran la nueva Los Espumosos, en Zaragoza. Ya no miro siempre hacia delante. Vuelvo la vista atrás, será la edad. Naturalmente, la que añoro es la mítica cervecería de Independencia, y me consta que no soy único entre los de mi quinta.
Desde niño era estación obligada en el paseo dominical de mi familia, en ello insistía con toda ilusión. Lugar mágico, un misterioso palacio de incógnitas dimensiones donde todo estaba cerca y lejos, era luminoso y confuso, íntimo y populoso... Entre el humo, que ascendía a los altos techos con el lánguido movimiento de los ventiladores, se entreveía su señorial decoración de espejos y columnas ornamentados. Los camareros, aquellos de antes tan amables y elegantes, cantaban comandas sobre el tumulto de conversaciones. Todo era opulencia, sabor y alegría. Hasta el suelo lucía, como era preceptivo, su cubierta de peladuras, palillos y servilletas de fino papel.
Mi padre –ese héroe infalible- encontraba mesa entre las sombras de la siempre abarrotada y sonora cervecería, como un milagro. Siguiendo la magia, compartíamos un lugar íntimo, donde la luz y el humo permitían distinguir poco más allá de nuestra mesa, y el bullicio confundía cualquier palabra que no fuera próxima. Comenzaba el desfile, como un ballet de Tchaikovsky, servido en cristal y loza blanca.
En Los Espumosos me dejaron probar mi primera cerveza. Una caña con limón como solo he tomado allí. Hecha con buen jarabe, no con refresco. Me consta que no se han olvidado su ensaladilla o los calamares. No eran tubo de pota, tan común en nuestras barras, sino calamares de calidad. Aún hoy busco desesperado ácido acético -que rebajo con ginebra- solo para aderezar berberechos de lata, cuando quiero darme un homenaje. Para mí es un verdadero lujo, una visita a los auténticos Espumosos que disfruto con el alma. Un viaje a la magia y el misterio, a la ilusión y al asombro que aún guardo en un rincón infantil de mi corazón.
Cosas del progreso. Cerraron aquella y se trasladaron al paseo Sagasta. Conservaron gran parte de oferta, con su calidad. La nueva era indudablemente grande -dos pisos- más iluminada, menos íntima y nada elegante. Cambiaron la madera y el bronce modernistas por pintura y lacado verde. Todo quedaba expuesto en su fría luz, impoluto. Nada acolchaba el murmullo, privado de las cantinelas de los camareros. Se fue el misterio, la calidez, la magia… y los berberechos de lata.
Tapeando en la sala de espera de un moderno hospital. Me siento como Winston al final de "1984", agradeciendo a papá estado -nuestro Gran Hermano- que tutele nuestra vida. Ni siquiera importa no poder fumar. El humo no tiene nada que velar, tan solo flotaría crudamente hasta la rejilla de un aire acondicionado.
Entraba ocasionalmente a la fría cervecería de Sagasta, como quien va al cementerio a reavivar recuerdos. Lo importante eran aquellos momentos familiares, no la calidad de las consumiciones, la profesionalidad de los camareros o el increíble ambiente. Con todo, compadezco a las nuevas generaciones. Agoniza la hostelería. Leyes, impuestos y beneficios hacen lugares menos atractivos. No me extraña que acaben bebiendo en calles y parques, como vecinos de un pueblo semiabandonado.
En mi loco mundo, los jóvenes han decidido que ya se ha perdido demasiado. Se lo gastan en el mejor alcohol que pueden –y lo disfrutan libres- en vez de pedirle venenoso garrafón a un maleducado –rodeado de matones- en un local insulso, incómodo y lleno de limitaciones. No cejéis, muchachos, hasta que os devuelvan la magia que nosotros disfrutamos. ¡Marchaaando!
NOTA. Las puertas de la evocación, a veces puertas de la nostalgia , son entradas que publicamos a la vez distintos blogeros en sus respectivos blogs.
Fue inspirado por una amiga - la que dije en mi texto anterior- que me animó a escribir y publicar lo que hoy he contado. Ella también participa, su entrada es esta:
http://miette-lafeeauxmiettes.blogspot.com/2010/09/puertas-de-la-nostalgia-i.html
Simplemente soberbio, ya sabes que tu texto me encanta. He añadido a mi entrada tu nota final.
ResponderEliminarGracias por animarme a escribir, esto te lo debo a ti.
Dónde se encuentra el ácido acético que dices? me encantan los berberechos y también he disfrutado leyendo tu remember, ah y es mi primer comentario desde que he empezado a publicar, rebajarlo con ginebra, en que proporción, si puedes me lo explicas, gracias.
ResponderEliminarEl ácido acético lo busco, pero cada vez es más difícil encontrarlo. Se trata del vinagre más barato, vinagre industrial. La última vez que encontré un SPAR, tenían.
ResponderEliminarLa ginebra es al gusto, dependiendo de lo ácido del vinagre y de cuánto vayas a esperar antes de consumir. Personalmente, con unas gotas me vale.
Muchas gracias por los comentarios.
Al final mucha gente sentía nostalgia y alguien decidió que Los Espumosos era una marca que no podía desaparecer. Lo reabrieron y, afortunadamente, renunciaron al estilo clínico en la decoración; así que irónicamente ahora es más hospitalario.