Hola, loco.
Creo que era Benjamín Franklin, con humor científico, quien dijo que dos traslados equivalen a un incendio. Entre lo que se tira, rompe, pierde o ya no vale… lo único que te ahorras es el olor a chamusquina. El caso es que terminamos el segundo traslado en menos de dos años. Me queda una montaña de libros para los que aún no tengo sitio. Mi mujer se queja de que llenan las vitrinas, pero los prefiero a cualquier adorno.
Ordenando el trastero, para dejar provisionalmente algunos, se hace repaso de la vida. Qué cantidad de recuerdos guardamos. Nos negamos a abandonarlos porque nos devuelven un poco del pasado, de nuestra vida. No nos damos cuenta, pero también estamos llenos de recuerdos dormidos, que vivimos inconscientemente.
Podemos ser conscientes de que el rostro de una prima, por ejemplo, es clavado a ese busto de la abuela que ha estado años mirando al ficus. El busto, mi abuela ya... También las fotografías son saltos directos. Sin embargo, nuestra cotidianidad está llena de pequeñas cosas que son recuerdo inconsciente de algo. Costumbres, gustos, lugares, incluso personas por las que tenemos especial preferencia. Sin darnos cuenta, nos atan a momentos vividos. Los llamo puertas de la evocación.
Un inciso. Me molestan aquellos que justifican su mal comportamiento hacia alguien, basándose en que es natural que haya quien les caiga mal sin motivo aparente. Quien antepone los instintos a su humanidad es sencillamente un animal. Ocurre, caen mal, pero solo hay que detenerse y reflexionar para descubrir porqué. En mi caso, siempre había una explicación de la que el interesado solía ser inocente. Como esos nombres que nos gustan o no -aunque sean raros o populares respectivamente- porque los relacionamos con personas.
Volviendo al lado positivo. A mi parecer, esas evocaciones son más importantes que los recuerdos directos. Influyen en nuestra forma de ser porque las llevamos dentro, siempre. No las podemos meter en un marco o dejarlas sobre un mueble. Nos dan pequeños alivios, permitiéndonos evitar la uniformidad que impone la obligación diaria. Nos hacen únicos y personales, humanos. Quiero poner alguna de mis puertas especiales entre mis quejas, de vez en cuando.
Especialmente ahora. Tengo la suerte de conocer a una admirable escritora que hará lo mismo. En parte, ella me ha ayudado a entender esto. Con un estilo breve y sencillo, siempre encantador, deja en su blog un rastro de miguitas –es "La Fée aux Miettes"- que nos lleva a mundos que merece la pena encontrar. A veces hace pensar y otras solo disfrutar.
La vida actual es cada vez más impersonal y apresurada. En mi loco mundo aún hay personas capaces de regalarnos pensamiento y belleza, siendo así de refrescantes: "Yo sueño con hormigas, me piden que les haga una foto. Mientras, oigo el suspiro de las mariposas…"
Pues al final he podido entrar, qué bien, así te dejo un comentario y un saludo.
ResponderEliminarTe dejo tantos besos como miguitas..